Sobre los "Millennials"
Aparentemente los “Millennials” como generación, es un grupo de gente que nació aproximadamente en 1984 y después. Son difíciles de manejar, se les acusa de creerse con derechos, narcisos, egoístas, sin foco, perezosos, pero creerse con derechos es lo principal.
Y como confunden demasiado el liderazgo, lo que pasa es que los líderes les están preguntando a los Millennials “¿Qué quieren?”, y los Millennials responden: “Queremos trabajar en un lugar con propósito”, “Queremos hacer impacto”, lo que sea que eso signifique, “Queremos comida gratis y pufs”. Cuando logran un trabajo con propósito, mucha comida gratis y muchos pufs, y aun así por alguna razón, todavía no son felices.
Lo que he aprendido, puedo dividirlo en cuatro piezas, cuatro cosas o características: la primera es la crianza, la otra es la tecnología, la tercera es la impaciencia, y la cuarta es el ambiente.
1. Crianza
Muchos de los que llamamos Millennials crecieron sujetos a (no son mis palabras): estrategias fallidas de crianza. Donde por ejemplo, les dijeron que eran especiales, todo el tiempo. Les dijeron que tendrían todo lo que quisieran en la vida, sólo por quererlo. Algunos recibieron galardones, no porque lo merecieran sino porque sus padres se quejaron y muchos recibieron la mejor nota porque los profesores no querían enfrentar a los padres. Algunos obtuvieron medallas de participación, les dieron medallas por llegar de último.
Entonces, se gradúan, obtienen un trabajo, caen en el mundo real y en un instante se dan cuenta de que no son especiales, que su mamá no puede conseguirles un ascenso, que no te dan nada por llegar de último y a propósito, no tendrás todo lo que deseas sólo por quererlo. En un instante, su auto imagen se viene abajo.
2. La tecnología
El otro problema que lo complejiza es que crecemos en un mundo de Facebook e Instagram, en otras palabras somos muy buenos poniéndole filtro a las cosas. Somos buenos mostrándole a la gente que la vida es asombrosa aunque uno esté deprimido.
Aparentan saberlo todo y la realidad es que muy pocos lo saben todo. Entonces, cuando alguien mayor pregunta, “¿Qué vamos hacer?” ellos dicen: “esto es lo que tienes que hacer”, y realmente no lo saben.
Con respecto a la tecnología, sabemos que la interacción con las redes sociales y nuestros celulares libera un químico en el cerebro llamado dopamina, por eso cuando recibes un mensaje se siente bien, todos lo hemos sentido, cuando estamos un poco tristes o solos, enviamos mensajes a 10 amigos, “hola, hola, hola”, porque se siente bien cuando te responden. Por eso contamos los likes, por eso volvemos 10 veces a ver qué está pasando, “Mi Instagram está subiendo lento, ¿hice algo mal? ¿no les gusto?”: el trauma de ser eliminados de amigos.
La dopamina es el mismo químico que nos hace sentir bien cuando fumamos, cuando bebemos o apostamos, en otras palabras, es altamente adictivo. Tenemos restricciones de edad para fumar, aportar y beber pero no tenemos restricciones de edad para las redes sociales ni para los celulares; lo que es equivalente a abrir una licorería y decirle a los adolescentes, “mira aquí, si esa adolescencia te pone triste…”.
Se trata de una generación entera que tiene acceso a un adictivo, adormecedor químico llamado Dopamina a través de las redes sociales y celulares. Cuando somos muy pequeños la única aprobación que necesitamos es la de nuestros padres. Mientras pasamos a la adolescencia hacemos esta transición donde necesitamos la aprobación de nuestros semejantes. Muy frustrante para nuestros padres, muy importante para nosotros porque nos permite culturizarnos afuera de nuestra familia. Es un período altamente estresante y ansioso de nuestras vidas y se supone que aprendamos a apoyarnos en nuestros amigos.
Lo que pasa es que permitimos acceso ilimitado a estos aparatos y redes, productores de dopamina, y lo que vemos cuando crecen, es que muchos chicos no saben cómo formar relaciones profundas ni significativas, sus palabras, no la mías. Admitirán que muchas de sus amistadas son superficiales, admitirán que no cuentan con sus amigos, se divierten con ellos, pero saben que ellos les cambiarán el plan si algo más aparece.
Las relaciones profundas no están ahí porque nunca practicaron las habilidades necesarias y peor aún, no tienen los mecanismos para lidiar con el estrés. Cuando aparece algún estrés importante en sus vidas no acudirán a una persona, acuden a un aparato, acuden a las redes sociales, acuden a estas cosas que les ofrecen alivio temporal.
La ciencia es clara en decir que la gente que pasa más tiempo en Facebook sufre altos índices de depresión que quienes pasan menos tiempo. Estas cosas se balancean, el alcohol no es malo, mucho alcohol es malo, apostar es divertido, apostar mucho es peligroso. No hay nada malo con las redes sociales ni con los celulares, es el desbalance. Si estás cenando con tus amigos, y le envían un mensaje de texto a alguien que no está ahí, es un problema. Si estás en una reunión con gente que supuestamente deberías estar escuchando y hablando, y pones tu teléfono sobre la mesa, boca arriba o boca abajo, no me interesa, mando un mensaje inconsciente a todos: “ustedes en este momento no son tan importantes para mí”.
Si te levantas y miras tu celular antes de decir buenos días a tu novia, novio, esposa o esposo, tienes una adicción y como toda adicción, con el tiempo destruirá relaciones, costará tiempo, costará dinero y hará tu vida peor.
3. Sobre la impaciencia
Crecieron en un mundo de recompensa instantánea, ¿quieres comprar algo? Vas a Amazon y llega al siguiente día, ¿quieres ver una película? Accedes y miras la película, no tienes que ver las horas de las películas, ¿quieres ver una serie de televisión? ¡Bam! Ni siquiera tienes que esperar cada semana. Conozco personas que se saltan temporadas enteras sólo para poder ver la serie al final.
Todo lo que quieres lo puedes tener instantáneamente, ¡todo lo que quieres! Recompensa instantánea. Excepto: satisfacción laboral y fortaleza en las relaciones. No existe un app para eso. Son procesos lentos, serpenteantes, incómodos y desordenados.
Me sigo encontrando con estos chicos maravillosos, fantásticos, idealistas, trabajadores e inteligentes que se acaban de graduar, apenas están empezando un trabajo, me siento con ellos y les pregunto: “¿cómo va todo?” y ellos dicen: “creo que voy a renunciar” y pregunto: “¿por qué?” ellos dicen: “no estoy logrando un impacto” y les digo: “llevas aquí 8 meses”. Es como si se pararan al frente de una montaña y tienen este concepto abstracto llamado impacto que quieren tener en el mundo, eso es la cumbre, pero no ven la montaña. No me importa si subes la montaña rápido o lento, pero igual hay una montaña.
Lo que tiene que aprender esta joven generación es paciencia.
Que ciertas cosas que de verdad importan, como el amor o éxito laboral, alegría, amor por la vida, autoestima cualquiera de estas cosas toma tiempo, algunas veces puedes avanzar en ciertos pedazos, pero el viaje completo es arduo, largo y difícil y si no buscas ayuda y aprendes las habilidades, te caerás de la montaña.
El peor de los casos (que ya lo estamos viendo), es el incremento en porcentajes de suicidios, vemos el incremento de muertes accidentales debido a sobredosis de droga, vemos más y más chicos abandonar la escuela o tomar pausas largas debido a la depresión. Esto es bastante malo.
El mejor de los casos es que tendrás a una población entera creciendo y yendo por la vida sin encontrar nunca alegría. Nunca encontrarán realización profunda en su trabajo o en la vida. Pasarán por la vida diciendo que todo está bien, “¿cómo va el trabajo? – está bien, igual que ayer, ¿Cómo va tu relación? – bien”. Ese es el mejor escenario posible, lo que me lleva al cuarto punto, que es el ambiente.
4. El ambiente
Donde estamos tomando a este grupo de chicos sorprendentes y fantásticos a los que les tocó una mala situación, no es su culpa, y los ponemos en ambientes corporativos donde importan más los números que los chicos, que les importa más las ganancias a corto plazo que las vidas a largo plazo de este joven ser humano. Les importa más el año que toda una vida. Los ponemos en ambientes corporativos que no les están ayudando a construir la confianza, que no les están ayudando a aprender habilidades de cooperación, no les ayudan a superar los desafíos del mundo digital y encontrar el balance. No los están ayudando a superar la necesidad de tener recompensa instantánea y enseñarles la felicidad, el impacto y la realización que obtienes trabajando duro por mucho tiempo en algo que no se puede hacer en un mes o hasta en un año. Los metemos en ambientes corporativos y la peor parte es que ellos creen que es su culpa, y no es así, estoy aquí para decirles que no son ellos, son las corporaciones. El ambiente corporativo, la falta total de buen liderazgo en el mundo hoy, los está haciendo sentir así.
Tenemos que trabajar extra duro para encontrar la manera de construir su confianza, tenemos que trabajar extra duro para encontrar formas de enseñarles las habilidades sociales que les faltan.
No debería haber celulares en las salas de reuniones, y tampoco sentarse afuera y mandar mensajes mientras esperas, cuando estás esperando a que una reunión comience, esto es lo que hacemos, nos sentamos así y esperamos a que la reunión comience, “¿comenzó la reunión? Ok” y apartamos el celular, así no es como las relaciones se forman. Las relaciones se forman de esta manera, cuando esperamos a que la reunión comience y decimos: “¿cómo está tu papá escuché que estaba en el hospital? – está mucho mejor, gracias por preguntar, ya está en casa - ¡Oh, me alegra! – Si es fantástico, lo sé, fue bastante aterrador-“. Así es como se forman las relaciones: “¡Hey! ¿Tienes el reporte? - ¡oh no! No lo hice – Yo te puedo ayudar con eso - ¿en serio?”, así es como se crea la confianza, la confianza no se forma en una eventualidad, en un día, ni siquiera los malos momentos se forman inmediatamente, es la constancia lenta y permanente.
Tenemos que crear mecanismos en donde permitamos que esas pequeñas interacciones sucedan, pero cuando permitimos celulares en las salas de reuniones simplemente “ok tengo mi reunión” y mi movimiento favorito es cuando tienes el celular sobre la mesa y lo miras de vez en cuando y suena y tú dices; “no voy a responder eso, el señor magnánimo”. Cuando vas a cenar con tus amigos, por ejemplo, yo hago esto con mis amigos, cuando vamos a cenar y nos vamos juntos, dejamos los celulares en casa, tal vez uno traiga su celular en caso de que tengamos que llamar a un Uber, por ejemplo.
Cuando dices, “no mires tu teléfono” la gente dirá que sí, pero luego irá al baño y ¿Qué es lo primero que hacemos? Miramos el teléfono porque no queremos mirar alrededor del restaurante por unos minutos, pero si no tienes el teléfono, simplemente disfrutas el mundo. Ahí es donde pasan las ideas, las constantes interacciones, no es donde tienes innovación e ideas; las ideas pasan cuando nuestras mentes divagan, cuando ves algo y dices “apuesto a que puedo hacer eso”, eso se llama innovación. Estamos perdiendo esos pequeños momentos.
Referencias:
Sitio de Simon Sinek
Realmente cierto, refleja la realidad actual que se viene viviendo.