El bullying es, ciertamente, un problema acuciante dentro de la educación formal actual. Sin embargo, contrario a las tesis habituales que consideran al bullying como algo enteramente extraño a tal sistema y que, por tal motivo, debe reprimirse, mi tesis principal es que el mismo es el producto y el resultado natural del sistema educativo formal debido, entre otros factores, a una actitud reactiva de los participantes de tal sistema al carácter impositivo y violento del mismo sistema, sumado a una pasividad de los alumnos adaptados al sistema que inhiben enteramente cualquier comportamiento violento propio, lo cual los deja a entera merced de los acosadores no adaptados que no inhiben sus comportamientos violentos.
En este sentido, vamos a analizar una serie de cuestiones que son las siguientes:
1) Desnaturalización de la naturaleza humana como animal racional.
En el primer punto que analizaremos debemos mencionar que, una de las equivocadas pretensiones que posee la educación formal actual, implica sostener que no exista absolutamente ninguna forma de violencia entre los alumnos, tema que específicamente analizaremos en detalle en el punto siguiente. Sin embargo, debemos mencionar que tal postura implica una desnaturalización de la naturaleza del ser humano porque, aunque el ser humano es un ser de carácter racional e intelectual, es también un animal y, en ese sentido, los comportamientos violentos son, dentro de cierta medida, una manifestación natural de su modo de ser.
Cabe aclarar que cuando hablamos de comportamientos violentos en términos naturales nos referimos sencillamente a los actos violentos defensivos, hoy en día inaceptables, que hacen que una persona pueda, por ejemplo, gritar a otra e, incluso, pegarle un empujón o un leve cachetazo para defenderse. No me refiero, por supuesto, a formas extremas o patológicas que impliquen un riesgo o daño vital a sus participantes o que se manifiesten de forma gratuita o irrestricta. La distinción de grados y de finalidades de la violencia, que lleva a la distinción entre lo normal y lo patológico, es la clave aquí.
Esto implica que cierto nivel de comportamiento violento es natural en el ser humano, del mismo modo que lo es en los animales, donde usualmente no vemos con horror que entre ellos se golpeen y se mordisqueen habitualmente, o que entablen luchas por un objetivo común, sin que ello implique un riesgo para los involucrados. Respecto del ser humano, la justa medida de una violencia naturalmente animal será siempre la línea divisoria entre, justamente, lo normal y lo patológico.
Esto implica que, según nuestro punto de vista, las formas normales de violencia en el ser humano en general pero, especialmente, en los niños en particular, son esenciales para la formación y templado de su carácter. El problema de la educación formal actual consiste en que, dada su torpeza habitual y con la finalidad de evitar la violencia patológica o desmedida, pretende eliminar toda forma normal de violencia humana, incluso la defensiva, lo cual, no solo es un grave error, sino que tales ensayos atentan contra un sano desarrollo de la personalidad psicológica del ser humano en formación para que pueda hacer frente a las dificultades, amenazas y desafíos que le planteará la vida.
2) Demonización de todo comportamiento violento normal.
La consecuencia de lo analizado en el punto anterior es clara. Al pretender evitarse toda forma de violencia patológica o desmedida mediante la evitación de toda forma de violencia, se llega a una demonización de todo comportamiento violento normal de los alumnos y de las personas, incluso el claramente defensivo. De tales pretensiones solo puede generarse un ser humano inhibido, híbrido y asexuado, psicológicamente incapaz de hacer frente a los desafíos y amenazas de una vida adulta normal. Esta pretensión e imposición es contranatural a un ser humano que es un animal racional y que, por ende, tiene en sí mismo comportamientos animales violentos que, en cierta medida, implican normalidad y sanidad.
La escuela formal de hoy pretende que los alumnos se comporten como si fueran seres carentes de animalidad, o como si fueran el resultado de una terapia psicoanalítica de varios años donde la persona pudo sublimar todas sus actitudes violentas. Esto coloca al ser humano en una posición absurda por que lo considera como si fuera una especie de ángel encarnado donde solamente lo espiritual e intelectual haya de tener cabida. Esto implica que la educación formal actual propone que todo lo animal del ser humano, es decir, su violencia desmedida y patológica pero también, y aquí está el error, sus manifestaciones violentas normales, deban ser desterradas de su comportamiento.
3) La contradicción de un sistema educativo esencialmente impositivo y violento.
Curiosamente, la pretensión de una erradicación completa de la violencia en los alumnos proviene de un sistema que es, en sí mismo y esencialmente, violento. Dado que la educación formal actual se funda en la imposición y en la obligatoriedad punible, tal sistema implica en sí mismo una violencia contra la naturaleza libre del ser humano que, en cualquier ámbito pero especialmente en el educativo, debe libre y voluntariamente querer educarse y no que tal cosa le sea impuesta.
La contradicción de la educación formal entre su pretensión de ausencia de violencia y su misma naturaleza violenta le quitan toda autoridad moral para expedirse sobre el tema de la violencia educativa en general y sobre el bullying en particular. Además, como prontamente veremos, su misma contradicción interna hará que todo intento suyo de minimizar el bullying solo logren incrementarlo.
4) El sistema educativo es un sistema de adiestramiento.
El carácter impositivo y obligatorio de la educación formal, sumado a una ceguera respecto de la esencia individual de cada alumno, esencia que se presupone que no debe ser descubierta por el docente para ponerse al servicio de su despliegue en plenitud sino que debe ser formada y doblegada desde afuera del alumno, implican que el sistema educativo formal no es esencialmente educativo sino un sistema de adiestramiento pautado. En este sentido, toda forma de erradicación de la violencia propuesta por un sistema tal no será educativo, es decir, no ayudará a la persona a gestionar desde sí misma su violencia natural, sino que será adiestrativo e impositivo, intentándose siempre doblegar desde afuera mediante la fuerza y la coacción toda actitud violenta lo cual, necesariamente, generará más violencia.
5) La solución de la educación formal al bullying implica un mayor adiestramiento.
Dado que, en general, lo único que sabe hacer el sistema educativo formal es adiestrar, porque no ayuda a descubrir, desplegar y gestionar habilidades personales, sus típicas soluciones al problema que nos ocupa implican un mayor grado de adiestramiento y una mayor pretensión impositiva respecto a las restricciones a cualquier manifestación violenta.
6) La imposición violenta al ser humano genera una reacción violenta.
La absurda pretensión de disminuir la violencia mediante imposiciones violentas genera naturalmente en el ser humano una actitud reactiva violenta que inicia una escalada en círculos donde la violencia siempre va en aumento. Es decir, pretender disminuir la violencia con imposiciones violentas genera una reacción violenta ante la cual, la imposición violenta inicial debe incrementarse lo cual genera una reacción violenta aún mayor. Este círculo de escalada sin término de la violencia es típico de la educación formal y de sus soluciones típicas.
7) El bullying es el resultado natural del sistema educativo formal.
Al intentar imponer violentamente toda su propuesta pero, especialmente en el caso que nos ocupa, al intentar imponer violentamente la no violencia, el sistema educativo formal genera, por un lado, como ya mencionamos, una actitud reactiva violenta en los alumnos y, por otro lado, una división del alumnado entre adaptados y no adaptados a las imposiciones del sistema. Así las cosas, los no adaptados y rebeldes al sistema seguirán siendo, no solo igualmente violentos que antes sino más violentos, debido a su violencia incrementada debido a su actitud reactiva frente a las imposiciones del mismo sistema.
Los adaptados, es decir, los que, por el motivo que sea, han sido doblegados e inhibidos de responder frente a una amenaza, serán las víctimas ideales del bullying porque vivirán indefensas en el descampado donde la misma educación formal las puso, porque les quitó de sus propias manos las únicas herramientas que podrían haberlos salvado del bullying violento: una reacción violenta natural con vistas a defenderse sanamente del acoso. Esto implica que la imposición violenta de la no violencia en el aula solo quita la violencia de las manos de quienes usualmente solo usarían la violencia para defenderse.
Algunas ideas para un camino de solución
La cuestión esencial que debe tener en cuenta cualquier intento genuino de solución del problema del bullying implicará que la educación formal como sistema y todos sus integrantes deben tomar conciencia de que la naturaleza de tal sistema es esencialmente violenta y que su misma dinámica interna genera o incrementa el bullying.
Además, la solución al bullying no radica en la imposición violenta de la no violencia sino en el tránsito de un genuino camino educativo donde se enseñe a cada alumno a descubrir las características de su propia personalidad para ayudarla a administrarlas, poniendo un límite a la violencia solamente donde la misma se manifiesta como patológica y permitiéndose las manifestaciones violentas normales del ser humano en formación, especialmente aquellas destinadas a la autodefensa.
Referencias
• Landolfi, Hugo, “Educación para la fragilidad”, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2015.
• Landolfi, Hugo, “Psicología, Filosofía y Educación: El pensamiento de Clare Graves en diálogo con la filosofía y sus implicancias educativas”, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2017.
• Todorovic, Natasha y Cowan, Christopher, “Colours in education: a case study. Lowered rejection of CP (Red) enhances the learning environment for at-risk-youth”, NVC Consulting, California, 2005.
• Watzlawick, Paul y colaboradores, “Cambio”, Editorial Herder, 1982.